sábado, 21 de diciembre de 2013

20 años sin Frank Zappa... y 20 temas para empezar a escucharlo (primera parte)


Hoy, hace 20 años, un cáncer de próstata se llevaba al más polifacético y prolífico músico salido de la escena del rock. Contestatario, políticamente incorrecto, defensor empedernido de la libertad de expresión, siempre en contra de la corriente principal de la moda en el vestir, así como de las tendencias en la escena musical.
Odiador de los republicanos y los french poodle, fue un hombre de firmes convicciones que siempre siguió su propio instinto, moviéndose con fluidez entre las melodías más comunes y las más complejas que pudieran concebirse para una banda de rock, solos de guitarra ruidosos, chistes de alto calibre, música de cámara, jazz, blues, en fin, fusionando todo aquello que se le atravesara en el camino y explorando además sus propios caminos...
Queremos en este blog, hacer un homenaje a su música, su genialidad, su locura, a través de 20 temas, elegidos dentro de una gran cantidad de piezas invaluables. Muchos de sus temas quintaesenciales se nos quedarán por fuera, muchas facetas se quedarán sin ser mostradas, pero la idea es realizar una invitación a quienes no le han escuchado, para que comiencen a explorar el rico mundo de Frank Zappa. Aquí vamos, con los primeros 10, sin orden específico:

1. Chunga's Revenge. Frank Zappa ataca la guitarra eléctrica, mientras que Ian Underwood hace lo suyo con un saxofón y un pedal wah wah. Un instrumental que se adentra en la fusión de jazz y rock más vanguardista del momento (Chunga's Revenge, 1970).

2. Dinah Moe Humm. Una de las canciones más incorrectas desde la perspectiva lírica, construida con una instrumentación compleja sobre un ritmo funk, y contando con una de las mejores alineaciones que haya tenido Zappa, en la que fue tal vez su época dorada. Como curiosidad: una joven Tina Turner en los coros (Over-Nite Sensation, 1973).

3. Andy. Johnny 'Guitar' Watson participa cantando unas líneas en esta extraña canción en la que se hace una extraña alusión al callo en el pie de Andy Devine, el gordito bonachón y medio tonto de las películas de John Ford (La Diligencia, El Hombre que Mató a Liberty Valance). El ritmo es pegadizo, la instrumentación de lujo, los cambios y transiciones funcionan en perfecto acoplamiento. Uno de los temas favoritos del álbum más accesible que hizo, en esta ocasión, junto a The Mothers Of Invention (One Size Fits All, 1975).


 4. G Spot Tornado. Magnífico instrumental ejecutado con Synclavier, en  un álbum que entre otras cosas, le valió un Grammy. Aquí se los dejo en su versión original (Jazz From Hell, 1986), y en una interpretación que hizo un año antes de morir, dirigiendo el Ensemble Modern y acompañado una sensacional coreografía en donde los bailarines le hacen justicia al ritmo del tema, y a su título también (The Yellow Shark, 1992). Al final de este último video, una triste imagen del maestro, solo, melancólico, soportando el dolor de su cáncer, conocedor de que se trataba de una de sus últimas presentaciones y que eso que tanto amaba, la creación musical, el disfrutar de estar en el escenario, se le esfumaba de las manos...


5. My Guitar Wants To Kill Your Mama. Uno de los temas más alegres y pegajosos que hiciera junto a The Mothers Of Invention. Podría ser el himno de más de un adolescente de cabello largo y guitarra al hombro que está pretendiendo a su vecinita (Weasels Ripped My Flesh, 1970).


6. Peaches En Regalia. Una magnífica creación que abre su primer álbum en solitario. Sólo diré que cuando me siento triste, decaído o desanimado, la pongo... y entonces, todo se me olvida. Vuelvo a ser feliz. Ahí les va, en estudio (Hot Rats, 1969) y en vivo (1975), con imágenes de una presentación en Saturday Night Live, con Terry Bozzio en la batería, Ruth Underwood en las percusiones y Eddie Jobson en el violín (sí, el que estuvo con Roxy Music y por un tiempo con Jethro Tull), entre otros músicos queridos de la historia discográfica y escénica de Zappa.

7. I'm The Slime. Un ruidoso intro de guitarra le da entrada a una pegajosa línea de bajo y algunos vientos. Una satírica pero certera mirada a la real funcionalidad de la televisión en nuestras vidas (Over-Nite Sensation, 1973).

8. Apostrophe'. El resultado de la colaboración entre Jack Bruce (ex-Cream), Jim Gordon (Derek and the Dominos) y Frank Zappa, no podía ser otra cosa que un tema instrumental lleno de virtuosismo. Imprescindible (Apostrophe ('), 1974).

9. Sharleena. Una baladita (cosa rara en su discografía), con el apoyo de músicos como Ian Underwood, Aynsley Dunbar, Flo y Eddie (Mark Volman y Howard Kaylan, ex-Turtles). Una demostración de que también cantaba muy bien cuando se lo proponía, a la vez que es una muestra de lo camaleónico que podía ser (1970).

10. Ship Ahoy. ¿Qué era capaz de hacer Frank Zappa en vivo, con una guitarra que perteneció a Jimmi Hendrix? He aquí la respuesta... (Shut Up 'N Play Yer Guitar Some More, 1981) 

Este es sólo el comienzo. El Doctor Strangelove espera que lo hayan disfrutado. Muy pronto exploraremos otros panoramas sonoros y otros álbumes y presentaciones en vivo en la segunda entrega...
Qué falta nos haces, Frank. Qué falta nos haces...


miércoles, 30 de enero de 2013

The Rough Guide to Pink Floyd (Penguin Books)

Rough Guide to Pink Floyd
Acabo de terminar de leer uno de los libros que compré en la Feria del Libro de Bogotá del año pasado y que por falta de tiempo, no había podido disfrutar. Así que dentro de mi lista de lecturas para las vacaciones se incluyó The Rough Guide to Pink Floyd (Penguin Books), libro que sin ser la panacea, suple con bastante calidad de contenidos las expectativas del más enardecido fan de la banda, así como del neófito que se empieza a acercar a la misma.
Como su nombre lo indica, se trata de una guía para el lector, una especie de "lo que usted debe saber de...", que apela a los aspectos más esenciales y representativos que todo fan quisiera saber de la legendaria banda británica de rock progresivo.
El libro se divide en tres partes, a saber: The Story, The Music, y para cerrar, Floydology, las cuales abarcarmos brevemente.
Parte I: The Story
Un acercamiento a la historia de la banda, que si bien es breve con relación a otros libros que circulan en el mercado tales como Dentro de Pink Floyd, de Nick Mason, y La Odisea de Pink Floyd, de Nicholas Schaffner  (ambos editados por Robin Book, dentro de su línea Ma Non Troppo), no carece en absoluto de detalles interesantes y testimonios tanto de los miembros de la banda, como de personas que les rodearon a lo largo de cada una de las etapas de su evolución, hasta momentos posteriores a la muerte de Richard Wright, en el 2008. Tiene por tanto la ventaja de abarcar etapas de la historia de Pink Floyd que no abarca el libro de Schaffner -que se queda en la etapa de A Momentary Lapse Of Reason-, y de dar voz a los otros personajes de la agrupación, cosa que obviamente en el libro de Mason, se perdía en ocasiones al relatar toda la historia desde su particular punto de vista y peculiar sentido del humor, siendo a veces, más un anecdotario, que una historia objetiva, pero sin por ello dejar de ser el libro biográfico más interesante que existe sobre la mítica banda. 
Parte II: The Music
El libro pasa a deleitarnos con un análisis, álbum por álbum, de la historia musical de Pink Floyd (tando en directo como en estudio), que tiene la ventaja de poner cada álbum en contexto, comparándole con otros álbumes de su época, señalando así tanto las influencias recibidas por la banda británica, como las agrupaciones y álbumes que bebieron de Pink Floyd como fuente de inspiración, así como las respuestas de la crítica especializada de la época. Así mismo, se incluye una sección en la que se analizan las cincuenta mejores canciones de la agrupación, mostrando, cómo no, una clara preferencia hacia el material de la era Waters (en el libro sólo se ha elegido una canción de la era Gilmour dentro de dicho listado, frente a ocho canciones de la breve pero legendaria era Barrett). De igual modo, se repasa el paso de Pink Floyd por bandas sonoras, bootlegs y, cómo no, los proyectos de cada uno de los miembros en solitario.
Parte III: Floydology
La sección de "Floydología", hace un repaso a las apariciones y participaciones de la banda en el cine, documentales, libros, websites, fanzines, así como a los numerosos homenajes y tributos que se le han dispensado. Es la sección más corta del libro, pero tiene datos que resultan de interés para los fans más acérrimos, y los cazadores de rarezas identificables con la banda.
En resumen, un libro lleno de datos interesantes que logra de manera satisfactoria, condensar en poco más de 300 páginas los aspectos centrales del universo de esa magnífica banda llamada Pink Floyd. Su lectura, altamente recomendable para los interesados en explorarlo a fondo. Lo que se hecha de menos: no hay muchas fotografías, y las que hay, no están en color. 8/10.


lunes, 28 de enero de 2013

Thick as a Brick de Jethro Tull: 40 años, y sigue joven


A finales del año pasado, Ian Anderson y compañía, celebraban el cumpleaños de Thick as a Brick, uno de los grandes álbumes de la historia del rock, uno de los más grandes de la música progresiva de la década de los 70, y porqué no decirlo, el mejor de la banda, aquel que para bien o para mal, los dejó marcados, señalando un antes y un después en su carrera.
La historia, más o menos resumida, es la siguiente:
El éxito de Aqualung, su álbum previo, se vió reflejado en numerosos comentarios positivos, en los que varios críticos señalaban a la obra como un álbum conceptual. Ian Anderson, líder y compositor de Jethro Tull, siempre dispuesto a burlarse del show business, y siempre muy crítico de sus críticos, no se lo pensó dos veces, y decidió seguirles el juego: ¿quieren un disco de rock conceptual? Pues bueno, les daré uno, y al diablo con todos ustedes.

El resultado: Una de las más grandes obras del rock progresivo, una de las mejores y más curiosas cubiertas en toda la historia del rock, el mejor trabajo compositivo de Ian Anderson, un álbum que explotó al máximo las cualidades y valor de cada uno de sus músicos, un super éxito en ventas, y también, un pico tan, pero tan alto, que todos los trabajos subsiguientes se vieron resentidos en crítica y ventas, por la necesaria comparación.
No quiero entrar en detalles ni en descripciones. Sólo quiero que el lector, por su propia cuenta, decida escuchar este disco magnífico, deleitarse en cada uno de sus exquisitos matices y variaciones melódicas, y adentrarse en esas letras oscuras e inusuales, tratando de darles su propio sentido.
El mismo año pasado, Ian Anderson estrenó, con la nueva alineación de la banda, una secuela del disco. No la conozco, pero, con seguridad, le sucederá lo mismo que a otros discos de la banda... la comparación no se hará esperar, y confirmará, con toda seguridad, que Thick as a Brick, es un disco difícilmente superable.

Basta de Tarantino (Django Desencadenado)


Con Tarantino suele suceder que no existen puntos intermedios. O lo amas o lo odias, es así de sencillo. Yo, he tratado de mantenerme siempre en un escéptico punto intermedio, evaluando primero con meticulosidad cada uno de sus productos.


Sucede que a estas alturas, para muchas personas el director está por encima del bien y del mal. La crítica y las audiencias se han vuelto complacientes, y casi cualquier cosa que haga como director, guionista o productor (incluso como actor de cameos siempre destinados a la muerte), tiene que hacerse merecedora de elogios. Y ese es el juego en el que se ha caído. Tarantino se ha convertido en una marca de fábrica, a la que acude el espectador a ciegas, dando votos de confianza y calificaciones sin desmenuzar los contenidos apropiadamente. Es la lógica y la política del fan; ese que corre a ver cualquier cosa de los estudios Marvel, Christopher Nolan o Peter Jackson, y dice cada vez que se ha topado con la mejor película jamás hecha, al salir del cine, o que se trata del mejor director de toda la historia del cine, o que nunca había visto una obra maestra como esa. Si es de Tarantino, necesariamente tiene que ser buena.

Y entonces, se pierde el rumbo, y el sentido de la crítica. Y se despierta la complacencia, y se nos olvida que no nos está entregando nada bueno ni nuevo, que todo lo que vemos de una u otra manera ya lo habíamos visto antes, que tienen más sabor a western muchas de las escenas que ya rodó en filmes anteriores, y que ya explotó tanto su formula, que los resultados son desabridos, amén de un final de lo más cutre.



Punto aparte, los personajes de Waltz, DiCaprio y Jackson. Cumplen bien con su cometido, pero no resultan ser un elemento suficiente para salvar el mal sabor que queda al final. Tres horas de película y al final una sensación de que no pasó nada, el héroe ni siquiera despertó simpatía, y su cruzada, bueno, como que ni va ni viene.

Ojo amigos, que me voy en spoiler:

Una vez desaparecen Waltz y DiCaprio de la película, se acabó... el sinsentido de ese tiroteo sanguinolento no aparece por ningún lado. Ni siquiera es una buena secuencia de acción, no emociona a nadie. Al menos, conmigo, no lo consiguió. Además, hay que decir que resulta realmente horrible la mescolanza entre música de Morricone y Bacalov, por un lado, con Hip Hop, por el otro.

Atrás quedaron las primeras muestras del genio Tarantinesco. La gente no se dió cuenta, pero el comienzo del fin fue hace ya mucho tiempo, cuando hizo Kill Bill.

El Hobbit: Un Viaje Inesperado (Crónica de una Decepción Anunciada)


Seamos sensatos, mientras el conjunto de fans incondicionales esperaba esta película con desesperación, y corría a llenar los teatros en masa en la semana del estreno, para luego salir a decir que era una buena película, o que Peter Jackson se había superado a sí mismo, y todo ese montón de sandeces que la adoración incondicional llevaba a a decir a la gente, yo me tomaba mi tiempo, y me esperaba la cosa con calma, con mis reservas ya de por sí sentadas, y es que no nos digamos mentiras, las cosas iban de esta manera:


1. Una trilogía anterior que fue grandiosa, si bien, debo confesarlo, pudo ser mejor en algunos aspectos (sobre todo en la irregular efectividad de Las Dos Torres), y en la que pudimos ver la que tal vez sea la mejor muestra de fantasía en el cine, amén de grandiosas batallas (creo que la batalla de los campos del Pelennor, difícilmente será superada).

2. La intención de adaptar un libro de un tono menos rotundo, que estuvo concebido desde su escritura para ser dirigido al público infantil (a diferencia de la trilogía mencionada que se tomaba más en serio las cosas), el cual resulta encantador por sí mismo, pero que necesariamente tendría que cambiar su tono a uno más oscuro, so pena de no dejar satisfechos a los fanáticos de la anterior saga, pero corriendo el riesgo de perder su identidad y su encanto.

3. Los problemas que dilataron la producción, con la consabida salida de Guillermo del Toro del proyecto.

4. Los anticipos publicitarios, que nos mostraban a los enanos... Mmmmm, las caras se veían más plásticas y menos genuinas que las de los enanos que vimos en El Señor de los Anillos. Así mismo, Thorin Escudo de Roble, era un enano sin cara de enano... (al igual que Fili y Kili). Claro, en esta película no hay un Legolas o un Aragorn para sacar suspiros de las damas, así que seamos condescendientes, y démosle a las féminas, un poco de caldo de ojo (ahí les dejo las muestras de lo que les estoy diciendo).



5. El anuncio de que se iban a hacer tres películas, en lugar de las dos anunciadas inicialmente. ¡Si dos películas ya constituían de por sí un metraje excesivo! ¿Acaso Jackson, que pudo sintetizar bien las páginas de la Comunidad del Anillo, que era de una extensión más grande que la del Hobbit, ahora tenía problemas para ser breve? Claro manifiesto de que al señor Jackson, y a los productores, se les habían acabado de abrir las fauces de la ambición.

6. Ian McKellen haciendo de Gandalf, pero con unos trece años más encima, y posiblemente muy cansado y poco apto para ciertas escenas físicas. ¿Lograría una interpretación tan fresca, vigorosa y encantadora como en la trilogía anterior?

7. La decisión de salirse del cauce señalado por el libro, y recurrir a los cuentos inconclusos de Tolkien o a los apéndices del Señor de los Anillos, todo, supuestamente en aras de establecer un equilibrado puente entre las dos trilogías (o más bien, de quitarle frescura, colorido y gracia a ese magnífico relato que es el Hobbit, considerándolo en su propio contexto).

8. La decisión de introducir a personajes que se sacaron de la trilogía previa... Radagast, que además está muy mal enfocado en su diseño como personaje, quitándole la poca dignidad que pudiera tener... (¿Te has imaginado a un mago caminando por ahí con mierda de pájaro en la cabeza, sin notarla o sentirse asqueado en lo más mínimo?). Además de eso, ponerlo a hacer cosas que se supone, era Gandalf quien debía realizar (En el libro, es él quien visita y descubre a... bueno, ustedes saben quién).

9. Introducir el formato 48 fps... ¿haría alguna diferencia o sería un avance radical?

Y el resultado:

Un metraje excesivo, y en ciertos momentos, desabrido. Los personajes que debieran aparecer bien retratados y dibujados (los enanos, por supuesto), pierden su oportunidad, para dar paso a personajes reciclados de la trilogía anterior (tanto del libro, como de las películas en sí). Thorin no parece un rey de enanos, sino el primo bajito de Aragorn. Gandalf, a pesar de ser mago ya no encanta. Algunas escenas hechas para alargar el metraje, no aportan absolutamente nada al relato, y los efectos especiales, no maravillan. Si hasta parece que estuvieras viendo un videojuego de la época de Contra o el primer Doble Dragón. Al menos, eso es lo que sucede en el formato 48 fps. Las criaturas no horrorizan, algunos diálogos son lamentables. ¿Qué se salva entonces?

Un Martin Freeman, que hace un trabajo sólido, muy digno, y lleva todo el peso sobre sus hombros.

El retorno de Gollum a la pantalla (se la roba), y, por supuesto, el interesante duelo de acertijos entre él y Bilbo.

Si la película se hubiese atenido a respetar el espíritu del libro, nos hubiéramos encontrado ante un divertimento sólido, gracioso, digno de estar entre lo mejor del cine infantil. Y si alguien me dice que no se pueden hacer películas para niños que gusten también a los grandes, que tengan argumentos y diálogos ingeniosos e inteligentes, que puedan sacar buen partido de la cara de un enano y además, no necesiten de presupuestos excesivos para maravillar al espectador que las contempla, pues bueno, es porque le falta ver cosas como Los Bandidos del Tiempo, de Terry Gilliam. Si tal vez Peter Jackson la hubiese visto antes de empezar a rodar, y se hubiese preocupado menos por equipararla tanto a su trilogía anterior, el resultado hubiese sido otra cosa, más sencilla, pero por efectiva, grandiosa, por cierto. Sin embargo, tampoco puedo decir que ésta haya sido una mala película.

Ahora queda la pregunta: ¿qué podemos esperar de las entregas siguientes?

No habrá respuesta hasta no ver, pero como van las cosas, hemos de esperar una segunda parte aún más latosa, resentida por el alargamiento innecesario de la historia. Si hasta aparece una doncella elfa llamada Tauriel, que no sé qué pitos va a tocar, ya que Tolkien jamás incluyó personajes femeninos en el Hobbit, con excepción de las arañas. Sé que los incondicionales de Jackson me estarán deseando escarmiento en un tribunal de la Santa Inquisición, pero es lo que opino. El deleite, si es que llega, no vendrá hasta la tercera y última parte, en donde nos enfrentaremos al dragón y veremos la Batalla de los Cinco Ejércitos, que espero, tengan más ritmo y emoción que las que pudimos ver en esta película.